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Luchar contra el fantasma digital: nuevas formas de explotación del trabajo humano

6 de Julio de 2021

Luchar contra el fantasma digital: nuevas formas de explotación del trabajo humano

Escrito por Lola Illamel y Rosa María Luque, PCE Exterior, núcleo de Lyon

La economía de plataformas es un concepto que últimamente se ha puesto de moda a nivel internacional, pero conviene definir qué se entiende por economía digital, que es toda actividad económica y social a través de plataformas digitales o marcos tecnológicos. Ello incluye comercio en línea de todo tipo, pero también muchas otras actividades. El fenómeno de las plataformas se ha extendido fomentando la globalización y algunos de sus peores aspectos, como es la acumulación de capital, a escala planetaria, en unos cuantos colosos tecnológicos bien conocidos de todos (Amazon, Google, Facebook, eBay, Uber…).

Las plataformas digitales están pues produciendo un cambio social y económico profundo, una auténtica disrupcion en ámbitos ya muy castigados por el capitalismo en su máxima expresión, entre ellos, el del trabajo.

El empleador es un algoritmo

En el terreno laboral, las plataformas digitales se han convertido en auténticos intermediarios laborales que desdibujan aún más la ya difusa y maltraída «relación de trabajo» tradicional, puesto que en ellas, la figura del empleador desaparece por completo. Se distingue entre dos tipos de plataformas laborales, según el trabajo que «ofrezcan» pueda hacerse en línea, desde cualquier rincón del planeta, o bien se basa en una ubicación determinada. Es este último el caso de Uber, por ejemplo, y de otros servicios de reparto y de transporte individualizado de personas. Las condiciones de las y los trabajadores de estas plataformas son de sobra conocidas, así como el modo en que han menoscabado el poder sindical y de negociación.

En cuanto a las plataformas de trabajo en línea, pueden operar en cualquier sector de actividad, pero sobre todo en ocupaciones de carácter administrativo o intelectual que hacen uso extenso de los recursos informáticos. La plataforma suele presentarse como una «subasta» de tareas o microtareas para las que las y los profesionales (falsos autónomos en su mayoría) pujan, con la consiguiente espiral de precios/salarios a la baja1.

Otro aspecto terrible de estas plataformas es el modo en que la supervisión y la valoración de la trabajadora o trabajador se deja en manos de la clientela y de los algoritmos, lo cual, junto con la vulnerabilidad de la situación laboral, puede asimilarse a un verdadero maltrato2. En este marco, se exacerban problemas ya existentes como las jornadas laborales extenuantes para trabajadores que no pueden rechazar un encargo por miedo a ser expulsados de las plataformas, la trampa de la conciliación entre vida personal y laboral, que se convierte en una doble esclavitud y en una imposibilidad de desconectarse del ambiente laboral —en particular para las mujeres, que siguen asumiendo masivamente los cuidados y el trabajo reproductivo— y el sometimiento a la clientela, capaz de poner en peligro la seguridad laboral de la trabajadora o trabajador con un simple comentario en línea.

Heteromación: ¿la desaparición del trabajo?

Y aun con todo lo anterior, las formas por las que el capitalismo digital sigue ahondando en la explotación del trabajo, desgraciadamente, en estas plataformas digitales. En 2017, dos expertos en interacción persona-ordenador estadounidenses, Hamid Ekbia y Bonnie Nardi acuñaban el concepto de «heteromation», que podríamos traducir como «heteromación», una contracción de los términos heteronomía —opuesto a autonomía— y automatización, y con él definían «la extracción de valor económico a partir de trabajo gratuito o de bajo costo en redes telemáticas»3. Según Ekbia y Nardi, este concepto entronca con la teoría marxista por su énfasis en la lucha de clases y en el trabajo humano como fuente de valor.

¿Pero de qué estamos hablando exactamente? Ekbia y Nardi distinguen varios ámbitos en los que se puede hablar de trabajo «heteromatizado».

El primero tiene que ver con la consabida cuestión del uso de nuestros datos de usuario o de nuestras opiniones y valoraciones en línea por las grandes corporaciones. El acto de dar esas opiniones o de introducir esos datos, que luego las empresas venden, puede plantearse también en términos de trabajo no remunerado, ya que la persona usuaria sirve como sustituta de una trabajadora o trabajador (por ejemplo, investigadores de mercado). También puede entenderse como trabajo no remunerado todas las operaciones que realizamos como usuarias finales de los sistemas automatizados de cajeros o facturación en aeropuertos. Frente a la idea generalizada de que esos sistemas están reemplazando a trabajadores, en realidad, dependen de todas y todos nosotros, es decir, de un trabajo no remunerado, «heteromatizado», toda una serie de microtareas que empezamos ya a asumir como algo perfectamente normal. Cabe aquí hablar también de plataformas como Amazon Mechanical Turk (AMT), que divide los trabajos administrativos en microtareas que anuncia en línea convocando para su realización a miles de «trabajadores autónomos» que las realizan a destajo por muy poco dinero. Es el «crowdsourcing» o «crowdworking» que suele confundirse con la «economía colaborativa».

El trabajo creativo también se ha visto asaltado por estas nuevas formas de capitalismo digital. La industria de los videojuegos en línea, por ejemplo, depende en gran medida de las personas que juegan, quienes aportan modificaciones para mejorar la experiencia de usuario. Las más populares pueden llegar a superar el millón de descargas, pero nadie remunera a esas y esos «programadores» invisibles. Otra modalidad de explotación de trabajo creativo no remunerado son los concursos de diseño gráfico y otras disciplinas artísticas en línea, a través de los cuales las grandes empresas se aprovechan a un costo mínimo o nulo del trabajo de cientos de profesionales que les dedican su tiempo y su creatividad sabiendo que tienen una posibilidad ínfima de ganar y ser reconocidos.

Por último, en la esfera de la salud hay ya experiencias de «robots sociales», peluches o juguetes con sensores y micrófonos que interactúan con determinado tipo de pacientes (por ejemplo, las personas mayores con demencia). De lo que no se habla tanto es de que la eficacia del robot en la tarea depende de la mediación de las y los profesionales de la salud, que en absoluto pueden desaparecer de la ecuación: los robots no son tan autónomos como se suelen presentar.

Una de las conclusiones del excelente libro de Ekbia y Nardi (que bien merecería una traducción a nuestras lenguas hispanas), es que, si bien todas estas modalidades de automatización de tareas hacen desaparecer empleos, el trabajo humano no desaparece en absoluto: se «heteromatiza» o se atomiza para ser remunerado bajo mínimos insospechados hasta el momento: «miles de millones de instantes de trabajo, fugaces y desapercibidos, pero que se suman en número ingente y suficiente para sostener empresas mastodónticas» (pág. 174).

Visualizando al fantasma de la explotación digital del trabajo humano

El problema es doble: por un lado, el beneficio de todo ese trabajo de multitudes no se está repartiendo, sino que está generando una peligrosísima acumulación de capital. Y ello mediante una nueva versión del método de «la zanahoria y el palo», una impresión de gratuidad para las y los usuarios (véase Google) que oculta el perjuicio que supone para la ciudadanía, extasiada ante sus pantallas y anestesiada con las pequeñas migajas que desde ellas recoje.

En segundo lugar, el propio concepto de trabajo a través del cual se ha articulado hasta ahora la respuesta sindical y la lucha de clases, se disuelve también en esta nueva forma perversa del capitalismo digital. Ya no solo se trata de que se diluya la relación de trabajo (como en las plataformas de reparto), o que la figura del empleador quede oculta (como en las cadenas mundiales de suministro). Es que ni siquiera la propia experiencia del trabajo y de la explotación está siendo registrada y concienciada.

Y si «no hay trabajo», ¿cómo defender a la clase trabajadora, es decir, a la inmensa mayoría?

Todas estas cuestiones plantean la necesidad de replantearnos la lucha de clases en este contexto digital. ¿Estamos peleamos contra fantasmas? ¿Tenemos los instrumentos de análisis y de acción necesarios para hacer frente a esta nueva forma de dominación? ¿Dónde reside ahora nuestro poder?

Quizás la primera palanca sea la capacidad de decidir nuestras propias pautas de consumo, y el punto de apoyo, nuestra doble identidad de trabajadores y consumidores. La segunda, que requeriría una acción decididamente política y organizada, podría ser explorar y promover aún más a fondo las posibilidades de una verdadera economía colaborativa, inclusive a través de internet, en la que la ciudadanía guarde el control de su propia fuerza de trabajo y de los beneficios colectivos que de ellapuede obtener.

La tercera palanca debería emanar del Estado: la política fiscal ha de ser otro arma contra las corporaciones que utilizan trabajo heteromatizado. Sería importante estudiar las formas de imposición que se están aplicando en diversos países para formular una política que proteja a las y los trabajadores-consumidores y reparta con justicia los beneficios que de su trabajo.

Este concepto de heteromación hace asimismo evidente que la reglamentación de Internet es ya una cuestión de trabajo4. Urge asimismo la reflexión como sociedad sobre todas estas cuestiones para concebir respuestas colectivas a todos los niveles. La lucha contra el fantasma del capitalismo digital ha comenzado.

1. Véase el último informe mundial de la OIT sobre el tema, aquí. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/publication/wcms_771675.pdf
2. Vér también este informe sobre las plataformas de trabajo en España del investigador Adrián Todolí. https://adriantodoli.com/2019/12/05/nuevo-estudio-sobre-el-trabajo-en-plataformas-disponible-para-descargar/
3. Heteromation, and Other Stories of Computing and Capitalism | The MIT Press. https://mitpress.mit.edu/books/heteromation-and-other-stories-computing-and-capitalism
4. Hay, por ejemplo, una petición para democratizar la propiedad de Twitter (#WeAreTwitter #BuyTwitter). https://www.buytwitter.org/#petition

Categorías: Internacional Trabajo Capitalismo

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